A medida que el clima otoñal se instala, conviene detenerse en una rutina que muchas comunidades descuidan: el repaso visual y funcional de las partes más expuestas del edificio. Los canalones, sin ir más lejos, tienden a obstruirse con hojas secas, polvo acumulado o restos de pequeños animales. Cuando eso ocurre, el agua rebosa por donde no debe.
A veces es cuestión de una limpieza básica. En otras ocasiones, sin embargo, hay que revisar también juntas de unión, anclajes deteriorados o tramos que se han movido con el tiempo. En los tejados inclinados, las tejas flojas o fracturadas son una fuente habitual de goteras. En las cubiertas planas, los sumideros son un punto débil: si se atascan, el agua no desagua, se encharca y busca salida por donde puede.
Para las empresas de mantenimiento, este es un momento excelente para ofrecer servicios específicos de revisión otoñal. Un repaso visual con registro fotográfico, limpieza manual y verificación de conexiones puede marcar la diferencia. Cada vez más comunidades y administradores exigen informes que acrediten que se ha actuado con diligencia, y eso juega a favor de los proveedores que se anticipan.
No se trata solo de evitar daños materiales. En muchos seguros multirriesgo de comunidades, la falta de mantenimiento puede suponer la pérdida de cobertura, si no hay constancia de que se actuó antes del siniestro. El "no sabíamos" o el "ya lo haremos" no sirve cuando el agua ya ha bajado por una pared.
La seguridad también cuenta. Subirse a una cubierta sin el equipamiento adecuado puede tener consecuencias graves, tanto legales como personales. Trabajar en altura no es algo que pueda hacer cualquiera. No basta con subirse a una escalera o ponerse un arnés prestado. Hace falta preparación, sí, pero también criterio y experiencia. Y por supuesto, estar cubierto por un seguro que responda si algo sale mal. Sin eso, el riesgo se multiplica. Para todos.
No es mala idea —aunque muchas veces se pase por alto— echar un vistazo a otros rincones: rejillas en patios, claraboyas que no cierran bien, zonas donde la porquería se acumula sin que nadie lo note. Basta una tapa mal colocada o un respiradero obstruido para que el problema salte de una vivienda a varias. Y cuando eso pasa, ya no hay culpables: solo prisas, facturas y vecinos enfadados.
Conclusión
Un mantenimiento bien hecho no hace ruido. Tampoco da titulares. Simplemente, funciona. Y ahí está su valor. Revisar tejados, canalones y bajantes no es solo una formalidad: es una forma de evitar líos, ahorrar disgustos y proteger lo que, al fin y al cabo, es de todos. No hace falta hacerlo cada mes, pero sí hacerlo bien. Y antes de que sea tarde.